OFRENDA intersecta dos situaciones paralelas, ambas vinculadas de alguna manera al territorio de Aysén. Una dimensión fantástica: la presencia misteriosa de estas rocas que pertenecen al paisaje exterior, natural, no humano, en el interior de un espacio construido para ser habitado. La naturaleza penetra en este interior y en ese paso se transforma, pero no siguiendo un fin utilitario (la forma habitual como la naturaleza es transformada por la acción humana) sino con la incorporación de un elemento que parece crecer espontáneamente, como un musgo o liquen sobre las rocas, pero que tiene una materialidad, colorido y ordenamiento que acusan su origen humano, artificial. Por otra parte, se hace presente en el trabajo una dimensión histórica: la utilización de la antigua técnica veneciana del millefiori, con la que se realizaban cuentas y abalorios de vidrio que fueron utilizados por los exploradores y comerciantes europeos desde el sg. XVI en adelante para intercambiar en África y América por bienes, servicios y esclavos. En la obra el millefiori viaja siguiendo la misma ruta de los conquistadores europeos a un territorio extremo, pero no para hacerse parte de una transacción explotadora sino como un regalo, gratuito y abierto. En lugar de vidrio, el material usado es plasticina, un material innoble, sensible al tacto y a la temperatura, cargado de asociaciones emocionales vinculadas a la infancia y al juego.