LOS CONVIDADOS DE PIEDRA, intervención en el muro perimetral de la Escuela Infantil Delphos, en Madrid, tiene como punto de partida la recolección de objetos de toda índole, no perecibles, con la colaboración de los miembros de la comunidad escolar.
Estos objetos se trataron con una pintura que imita el color y la textura de la piedra y se colgaron a lo largo de toda la cerca, pintada con franjas de colores de distinto ancho.
La obra se concibe a partir de gestos infantiles, como recoger basuritas en la calle, pequeños "tesoros" encontrados que adquieren valor solo por el hecho de recolectarlos, así como el juego de tirar piedras contra una cerca metálica para experimentar el sonido que producen. Por otra parte, los objetos suspendidos en la cerca dan cuenta de la obsolescencia planeada con que el sistema perpetúa los hábitos de consumo de la población, produciendo como efecto secundario una gran cantidad de desechos. La temporalidad lenta de la piedra se contrapone a la rapidez con que los objetos son consumidos y desechados. Al ser "petrificados" estos objetos se transforman en testigos mudos de esas dos temporalidades contrapuestas.
La cerca, que funciona como límite entre el interior y el exterior, lo privado y lo público, es el espacio liminal donde estos objetos están suspendidos, en un estado intermedio entre lo que fueron y lo que son, entre sus materialidades múltiples y la homogeneidad de la apariencia pétrea, entre lo real y lo simulado, entre lo plano y lo volumétrico.
La frase "los convidados de piedra" hace referencia, por una parte, a la expresión idiomática que se aplica a los invitados incómodos, fuera de lugar o sin voz en una reunión, y por otra a la novela homónima del escritor chileno Jorge Edwards, escrita mientras su autor se encontraba exiliado en Madrid durante la dictadura de Pinochet.